Uno nunca perdió la calma, el otro colapsó. Uno se repuso del duro golpe de haber empezado en desventaja tras un grosero error, el otro se descontroló cuando las cosas estaban feas. Uno supo jugar con el árbitro y todo lo que se movía, el otro hizo todo lo contrario. Independiente le ganó 4 a 1 a Racing pero, además, le enseñó cómo jugar un clásico.
No podría haber tenido mejor comienzo la Academia. Hauche lo presionó a Milito, que cometió un grosero error, y le cedió el pase a Teo Gutiérrez para poner el 1 a 0. Hasta ese momento, el equipo de Basile era mejor. Generaba daño en el área rival y se mostraba peligroso con la velocidad de sus atacantes.
Pero Independiente tuvo la virtud de no perder la calma y lo dio vuelta. Parra, con una buena definición, empató las cosas a los 35 del primer tiempo. El gol del Rojo fue el momento de quiebre del partido. A partir de allí, fue todo del equipo de Cristian Díaz, que expuso las enormes fallas en la defensa de Racing.
En el complemento, el Rojo encontró en la banda derecha un sector para desequilibrar con facilidad, especialmente con los rápidos Montserrat y Villafañez. A los 13, tras un polémico penal que derivó en la expulsión de Zuculini, Parra (la gran figura del clásico) puso las cosas 2 a 1. Pocos minutos después, Teo Gutiérrez tuvo una confusa expulsión, en una situación de la que seguramente se hablará toda la semana.
Independiente aprobó la prueba de fuego. Supo cómo jugar el partido (más tarde habrá que analizar la actuación de Pezzota y la influencia que tuvo en el resultado). Fue agresivo y generó daño cuando era necesario. Con la ventaja, no se metió atrás y casi no sufrió. Vidal y Pato Rodríguez, sobre el final estiró la diferencia. Con la victoria, el Rojo toma un impulso tremendo y deja a Racing noqueado, seguramente sin su DT. Fue una clase de cómo jugar clásicos.
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