No hubo diferencias entre el supuesto mejor equipo de la Argentina y el otro que está de mitad de la tabla hacia abajo en la B Nacional. Fueron iguales. Tanto, que la historia tuvo que definirse por penales, una instancia por la que ambos tuvieron que pasar varias veces para llegar a esta instancia en la Copa Argentina. Fue sólo por la lotería de los penales que Boca superó a Deportivo Merlo para llegar a la final, luego de empatar 1 a 1.
Orden, entrega y coraje. Con esas virtudes le alcanzó a Deportivo Merlo para equiparar las cosas ante el equipo de Falcioni, que no le encontró la vuelta al partido. Aunque el Xeneize contó con jugadores de buen pie en la cancha (Erviti, Chávez y Riquelme), casi no generó juego, no desequilibró. En 45 minutos, no llegó al arco de Capogrosso.
En el complemento, las cosas no cambiaron. La dupla de ataque Cvitanich-Silva parece chocarse, no sentirse cómoda, no ser compatibles. Pese a algunos intentos de Sánchez Miño, el resto del equipo no aportó nada diferente. Hasta que llegó el tremendo tiro libre de Riquelme, luego de un toque de Erviti, que dejó parado al arquero del Charro. Una caricia. Un pase a la red. Pero Friedrich, cuando faltaban cinco para el final, sacó un tremendo zapatazo para marcar el 1 a 1 e ir a los penales, donde el Xeneize se impuso por 5 a 4.
¿Le importará a algún hincha de Boca que el equipo no luzca ni juegue bien? Parece difícil. ¿Alguien se acordará que terminó sufriendo con Deportivo Merlo y le ganó sólo por la inspiración de su mejor jugador y en los penales? El dato real es que el equipo no para de ganar y mantiene intacto el sueño de ir por las tres coronas.
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